martes, 16 de diciembre de 2008

Otra de Expreso

La verdadera triste realidad

Obviar este tema sería irresponsable. Venía bien el cronista de El Comercio en su análisis ferial al punto que imaginamos muchos alguna insólita corrección en su objetividad, hasta que salió a la luz la crónica del lunes pasado: Triste Realidad.

Ilusión óptica, el cronista se quitó la careta de un plumazo, dejando claro que su opinión estará condicionada siempre por sus fobias con un determinado ganadero y no por su responsabilidad para con el lector a quienes poco o nada nos interesan sus problemas personales. Con esa motivación sicótica queda definitivamente claro, que se ha autodescalificado como opinante.

Voy a citarlo para que no queden dudas: En el 2000, cuando Roberto Puga tomó la empresa, promovió cambios en el reglamento, como ese de esos nuevos integrantes del Consejo Taurino (se refiere a los estamentos profesionales, es decir los empresarios, ganaderos, los toreros, los médicos, periodistas y aficionados. Además lo que afirma es falso, ya el reglamento de 1979 –de cuya elaboración él formó parte entusiasta– así lo señalaba y también el de 1999, con Gloria Jaramillo) Es decir, lo que antes era bueno, ahora no lo es por anteponer sus cabreos sicopáticos a su obligación como cronista.Además, hay que ser desfachatado para calificar –no los nombra, por supuesto, no se atreve– a personas como el doctor Marcial Ayaipoma, doctor Jorge Power, el doctor Luis Bustamante Belaunde, el periodista Enrique Zileri, entre otros, de quienes dice le da pena su papel y a quienes tilda de títeres influenciables del titiritero mayor ¡Vaya atrevimiento! Se lo van a reclamar, sin duda.

Todos sabemos que descalificar a los profesionales del toreo –que para el efecto tienen representantes en todos los jurados de las ferias del mundo – es un contrasentido, que llevó al ridículo del año pasado cuando no se dio un premio a Ponce porque el toro, aprobado por la misma autoridad, supuestamente no era apto. Eso no hubiera sucedido si se nombraba a las personas idóneas, más todos los que se quiera, que no hay límite. Sostener lo contrario es absurdo.

Todos queremos que exista un solo premio, eso está claro, pero ello pasa por enmendar errores de concepto de parte de la autoridad, y que periodistas como el de El Comercio entiendan que primero está el aficionado, después sus fobias. Triste, tristísima realidad (RA)