jueves, 29 de octubre de 2009

El Castella que veremos en Acho

Por Pedro Abad-Schuster

“Es la mejor actuación de toda mi carrera” acaba de declarar el joven francés, ídolo del toreo mundial (accesar al link -copiar y pegar-) sobre su presentación última en Las Ventas el 3 de octubre 2009:
http://asp.las-ventas.com/noticias/video.asp?fecha=20091003&tipo=festejo

A la postre, sólo la seca y rotunda verticalidad de Sebastián Castella, su valor erizado y electrizante, se alzó con el triunfo de dos orejas y la Puerta Grande sobre sus hombros, en la corrida de la Feria de Otoño, en la que alternó con Morante y Julio Aparicio. Castella está en México, antes de torear en Lima el 29 de noviembre, en un cartel cumbre de cumbres con Enrique Ponce y Manzanares, y este domingo 1 de noviembre otorga la alternativa al mexicano Mario Aguilar en la Plaza Monumental de Aguascalientes, corrida que debe transmitirse en vivo en radio desde las 17.00 ( hora local) en el link siguiente (copiar y pegar) http://radiotime.com/station/s_47113/Radio_1320.aspx y cuyo resumen estará en TV en vivo, como cada lunes a las 22.00 hora local del centro de México, en http://www.tvgratis.tv/tv-gratis-online-windows-media-player/aguascalientes-tv-mexico.html El diario El mundo de Madrid publicó lo siguiente:

“Sebastián Castella en Las Ventas fue ese torero arropado por el frenesí de un público que se rasgaba las vestiduras cuando falló con la espada en el sexto; ese público le hubiera dado, a buen seguro, otra vez las dos orejas si no se hubiese precipitado a descabellar. Los tendidos de Las Ventas se rindieron a Sebastián Castella. Toneladas, pues, de arte y toneladas de valor. Sebastián Castella pasa por un momento de dulce, un estado de gracia que arrebata a los tendidos. Ese estado de gracia supone encandilar a los toros y, sobre todo, encandilar a los públicos. Si a su quietismo se le añadiera la profundidad, Castella podía ser el torero perfecto. Pero la faena del gran premio, de las dos orejas que le franqueaban la Puerta de Alcalá, matemática en su ejecución, carecía de temblor y de pasión íntima. Esa pasión la ponían los espectadores. Castella está en un momento de dulce, en un paraíso de lucidez y cordura que eleva a los toreros al séptimo cielo y a los públicos los arroja al abismo de lo inenarrable. Si a ese valor quieto y silencioso, Castella añadiera la inspiración visionaria que hace crujir los cimientos de la Tauromaquia, sería el acabose”.