lunes, 21 de junio de 2010

De nuevo contra la fiesta, esta vez desde el Ejecutivo

Raúl Aramburú Tizón en Expreso HOY

Si alguna vez fue el impresentable parlamento (las minúsculas son mías) el que pretendió abolir las corridas, esta vez los embates vienen desde el ejecutivo (las minúsculas siguen siendo mías) en otra intención de vergüenza para con los intereses culturales de la nación.

Desde tiempos ya inmemoriales reposa el sueño de los justos un proyecto de ley de prohibición de las corridas en el Perú elaborado y puesto a debate por el inefable congresista Mujica, el mismo que pende como espada de Damocles sobre la fiesta. Hasta la saciedad hemos hablado sobre la incongruencia – imbecilidad sería mejor – de una norma que no sólo va en contra de los propios intereses electoreros de los propios parlamentarios (algo que a mí personalmente poco me interesa pero que lo menciono porque habla a las claras de la “capacidad” intelectual de los padres de la patria) sino que va decididamente en contra de los más altos intereses culturales de la nación, que es lo que realmente importa.

No contentos con esto, el ministro Chang y sus aláteres del Ministerio de Educación presentaron un proyecto de ley al congreso en diciembre del año pasado para retirar de la Ley de Protección a los Animales Domésticos y Animales Silvestres Mantenidos en Cautiverio (vaya nombrecito) las exoneraciones que en los últimos acápites de esta ley se señala para las corridas de toros, peleas de gallos y demás espectáculos culturales declarados como tales por la autoridad competente.
En ese momento se decidió suspender toda modificación por un tiempo más, el mismo que se cumple este fin de mes.

Pues bien, a punto de vencerse el plazo es esta vez el ejecutivo en pleno el que ha enviado al parlamento un proyecto de continuidad de las exoneraciones hasta el 2012 (porque así conviene a los intereses de desarrollo del país) PERO EXCLUYENDO DEL MISMO A LOS TOROS.

¿Qué quiere decir esto? Que esta vez el Poder Ejecutivo – ya no sólo el ministro Chang y su manifiesto antitaurinismo – se hace eco de un nuevo atentado contra una de las manifestaciones culturales más importantes del Perú y – lo que parece más grave – ésta vez proviene del propio presidente de la República (conocida es la pugna que esta iniciativa ha suscitado entre el jefe máximo y la ministra Mercedes Aràoz, épica defensora de las exoneraciones del IGV de los espectáculos taurinos que, al tener que ceder por presión de García – cuyas afinidades y favores mutuos con Chang son evidentes desde la cátedra que dictó en la USMP y su proteccionismo constante – devengará como resultado el aumento del 19% del IGV a los espectáculos de toros, que será trasladado, por supuesto, al consumidor final: el público, el eterno sacrificado)

¿Y los taurinos? Bien gracias. De rey a paje, todos con los pantalones abajo.
Pero lo peor de todo es la ignorancia. Me pregunto ¿Cómo es posible que los argumentos esgrimidos y de todos conocidos para este nuevo atentado contra la fiesta se base exclusivamente en la creencia que la misma se circunscribe a ACHO? Porque eso es lo que piensa, increíblemente, el gobierno. Lo ha demostrado hasta la saciedad.

¿Ignora acaso el gobierno los cinco millones de espectadores taurinos del interior del país? Pues sí. ¿No sabe acaso que en más de 120 plazas de material firme se dan en el año más de 400 festejos taurinos a lo largo y ancho del Perú? Pues no lo saben. ¿Qué va a pasar con las fiestas patronales en las que sus entradas – que fluyen entre 10 y 30 soles promedio – se vean afectadas con un incremento del 19%? Poco les importa si no se traduce en efecto mediático. De vergüenza, la verdad.
¡Que no van a ser los de Acho los perjudicados, sino los millones de espectadores humildes del interior que ven en sus fiestas y en sus corridas el acontecimiento más importante del año!

¿Es que no lo ve García, el APRA y compañía?
¿Y la empresa, qué está haciendo al respecto? ¿Le clavará 19% más a las entradas? ¿19% por encima de las alzas últimas?
Y además repito: ¿Y los taurinos? Bien gracias.
Es el colmo. Después que no se quejen y se vayan a llorar al monte. Están advertidos.