sábado, 19 de junio de 2010

Paloma Cuevas: “A Enrique le hace inmensamente feliz su profesión”.


Por Pedro Abad-Schuster

El maestro valenciano Enrique Ponce estará dos corridas este año en la Feria de Lima – en la bicentenaria Plaza de Acho. Paloma Cuevas, su esposa, es entrevistada por el diario español La Razón cuando el diestro cumple dos décadas en los ruedos. Extractos de la entrevista a continuación.

Elegancia y sencillez. Palabras que no suenan a contradictoria cuando se vislumbra a Paloma Cuevas. La esposa de Enrique Ponce contagia con palabras y gestos una filosofía de vida que hace de la discreción y la humildad dos máximas que resultan indispensables para acompañar desde el silencio a un maestro del arte taurino. «Llevamos desde los 18 años juntos, he vivido con él más de 1,800 corridas de las 2,000 que cumplirá en breve», confiesa tímida. .

-Dicen que veinte años no es nada, pero para Enrique es toda una vida dedicada al toro...- Veinte años no son nada dependiendo de la profesión. En una en la que cada día te juegas la vida, veinte años son muchos. Son muchas cornadas y mucho miedo.
-Entre tantos sobresaltos, se cuela algún reconocimiento…”.- Por supuesto que sí. Es un reconocimiento muy especial y está muy agradecido por la deferencia que ha tenido este gran diario en hacerle un homenaje por su trayectoria profesional.
-Intuyo que vivir la Fiesta en la sombra será complicado.. - -Es difícil asumir que tu marido se enfrenta a la muerte todos los días. Si te soy sincera, desde que somos padres, me cuesta más. No sólo es mi marido el que se juega la vida, también es el padre de mi hija. A veces resulta excesivamente duro enfrentarse a ello.

-¿Y él también lo ve cuesta arriba? - Enrique es un gran profesional y, cuando está en la plaza, intenta dar lo mejor de sí mismo siempre. Pero, obviamente, no es igual irse a torear dejando en casa a un bebé.

-¿Alguna vez le ha pedido a Enrique que se retire? - -A mí me encantaría que lo dejara, y él lo sabe. Aunque no sólo a mí, a toda la familia, especialmente a su abuelo, que ya tiene 97 años. Pero él sigue siendo feliz toreando y eso debemos respetarlo.

-Resulta curioso que una familia taurina como la suya quiera que abandone los ruedos ya... - -Precisamente por eso no es tan curioso. Somos perfectamente conscientes del peligro que entraña su profesión y sabemos, como él dice, que el toro te lo da todo y te lo puede quitar todo. Cuando uno ha conseguido mucho más de las metas que se trazó cuando era un niño te preocupa saber que cada tarde el peligro es el mismo, lleves diez años o lleves veinte. Lo único que nos ayuda a sobrellevarlo de la mejor manera posible es saber que le hace inmensamente feliz su profesión. Por eso no tenemos derecho a exigirle cuándo ha llegado el momento de su retirada. Se ha ganado lo que tiene día a día y él es quien debe decidir cuándo será más oportuno decir adiós.

-Usted es una mujer sofisticada y moderna, pero ¿cumple los ritos que se le presuponen a las esposas de los diestros? - -Cuando mi marido torea siempre estoy en misa, en mi casa o en el hotel donde nos alojemos. Siempre evito que coincida con un acto o en una reunión; mi trabajo lo organizo antes y guardo ese momento para rezar.

-¿La fe le ayuda? - - Mi fe es la mejor manera de afrontar el miedo. - ¿Cuál recuerda cuál fue la peor de esas tardes de miedo? - Aquel día en León no se puso al teléfono porque tenía perforado el pulmón y no podía hablar, no tenía fuerzas. Entonces me preocupé mucho, insistí en hablar con él. Enrique hizo un gran esfuerzo para comunicarse, pero noté que no le salía la voz. Ése es el momento más duro que he vivido a su lado. Enrique estuvo gravísimo, llegó a sufrir un «shock» hipovolémico porque perdió más de tres litros de sangre y se temió por su vida.

-Por contra, ¿el momento más bonito? - ¿Sabes qué ocurre?, que mi esposo es un hombre que, tanto en las tardes de un triunfo rotundo como aquellas en las que no ha habido tanta suerte, se ha mostrado muy equilibrado y sereno. Además, la vida a su lado es un regalo, y por eso reducir todos sus logros a un solo momento entrañable sabría a poco. Pero quizá el día en que cortó su primer rabo en México fue muy especial, porque a él le llaman «El consentido de México» y se siente especialmente querido allí. Como yo sabía de su anhelo y su ilusión, a pesar de encontrarme en Madrid, lo celebré de una manera muy especial. Fue un deseo cumplido para él y por lo tanto fue para mí un día clave, a pesar de que yo no estaba allí.

-¿Podrá entender alguna vez el deseo de abolir la Fiesta Nacional? - -No lo concibo. Si se llegaran a abolir las corridas de toros, lo único que conseguirían los antitaurinos sería acabar con el toro bravo, además de con parte de nuestra cultura. Cuando ellos argumentan que defienden al animal, no hay nada más lejos de la realidad. Nadie ama más al toro que el torero. Hay que defender la Fiesta porque forma parte de nuestra cultura y nuestras raíces.

Una familia de linaje taurino - «Cuando tenía un año y medio salté a un ruedo por primera vez con mi padre. Tengo la foto toreando a la vaquilla en el campo y me hace mucha gracia verla ahora porque aparezco con una actitud bastante torera. Claro que, ahora los antitaurinos lo verían como una barbaridad». Paloma Cuevas recuerda cómo dio sus primeros capotazos de la mano de Victoriano Valencia. «Lo han hecho casi todos los matadores con sus hijos. Sé de muchos hijos de diestros que ahora son matadores que lo recuerdan con especial cariño».

- A pesar de estar ligada de por vida a los astados, nunca le ha tentado saltar al ruedo. - «Me conformo con ser una gran aficionada». Y su hija, ¿ha cogido el capote? «A veces juega con una servilleta o una tela y dice: «Papi, papi, olé». Es impresionante, porque tiene una gran sensibilidad para captar el mundo de su padre, es perfectamente consciente de que es torero», señala sobre Paloma, que en abril cumplió dos años. «Es una niña preciosa, que nos hace la vida especialmente bonita y estamos locos de amor por ella. Es una bendición de Dios». ( Fuente: La Razón).